RECUERDOS DE SAN MAMÉS
14 Mayo 2013
Txemi
@SanMames_1913
Recordar San Mames es como que te pregunten qué recuerdos tienes de tus padres, siempre han estado ahí. Quizá confundas o no tengas muy nítidos tus primeros recuerdos de ellos precisamente por eso, porque tus padres siempre han estado junto a ti.
Despedirte de San Mames es como despedirte de tus aitites. Esas despedidas que en la niñez y en la adolescencia provocan cierta incomodidad porque, al fin y al cabo, les volverás a ver muy pronto, hasta que un día no puedes volver a despedirte. Ese, es un día jodido.
Yo viví en Siete Campas. Vivir allí parte de mi infancia hizo imborrables de mi memoria dos referencias: La estación de tren FEVE, bajo la autopista, y la estación de tren RENFE de Zorroza. «Ir a Bilbao» suponía coger uno de esos trenes según a qué zona de la villa fuésemos. Eso provocó que viese Bilbao no ya como un lugar fantástico, si no como una ciudad enorme. En muchas ocasiones y si el tiempo lo permitía, mis padres y yo íbamos a Bilbao andando por la margen izquierda de la ría. Ahora es un paseo cómodo e incluso muy agradable, pero yo tengo el recuerdo de una caminata fabulosa, era demasiado pequeño para hacer completo a pie el trayecto entre Zorroza y Basurto, por un camino apenas asfaltado y plagado de maquinaria pesada, camiones Pegaso, furgonetas Mercedes y pabellones industriales muy grises al otro lado de la ría, Zorrozaurre. Recuerdo tomar como referencias indicadoras del camino la fábrica de Artiach, el puente del tren bajo el que debíamos pasar en el Camino Ventosa, el hospital donde nací, Basurto y, por supuesto, el arco de San Mames. El primer recuerdo nítido que tengo de San Mames es ver su arco y saber que, al fin, habíamos llegado a Bilbao.
Mis padres nunca han tenido gran interés por el futbol y quizá por eso valoro más los primeros recuerdos que tengo de San Mames, porque sé del esfuerzo no solo económico que debían realizar mis padres para llevarme al campo. Aunque era muy pequeño, recuerdo el tren atestado de gente y lleno de humo de tabaco en el que íbamos las primeras veces al campo, recuerdo bajar a la ría de la mano de mi madre a recibir la gabarra un año y, al siguiente, con mis compañeros de clase, orgullosos y felices todos, con nuestras pancartas de ánimo a los leones hechas por nosotros mismos esa misma mañana en la escuela, la final del Copa frente al Atlético de Madrid en nuestra primera tele en color, el follón entre Clemente y Sarabia… El primer recuerdo más o menos sólido en mi memoria de un partido en San Mames, del interior del estado, de su ambiente, de mi emoción y de mi primera gran alegría es de 1988.
Cumplía años y tuve tres regalos: una balón «de reglamento”, el equipaje del River que llevé puesto todo el día a pesar de caer chuzos de punta (Las Llanas es mi otro templo futbolístico) y dos entradas para el partido en San Mames al día siguiente. Puerta 16, Preferencia Sur, de pie, en la zona ahora acotada para la afición visitante. De ese partido tengo un recuerdo especial porque gran parte del partido lo viví con nervios y mucho sufrimiento, el empate de Sarabia nos supo a victoria, un alivio. Con el tiempo conoces la razón del «UEFA posible» del inglés H.Kendall, entiendes el sufrimiento durante todo el partido después de que el Valencia marcara muy pronto, descubres que viste marcar el último gol de «la pantera rosa» Sarabia en San Mames, rememoras y saboreas el tremendo alegrón y alivio que cundió en la grada tras ese empate, el abrazo de mi padre, el que me aupara para ver la celebración y San Mames rugiendo y vibrando. Fue el mejor cumpleaños del mundo, afortunadamente, vendrían más e igual de buenos o mejores.
San Mames ha formado parte de mi vida, como forman parte de mi coger el bote, subir en funicular a Artxanda y la Arboleda, ir al Pagasarri, jugar un kino en Iturribide o Pozas, salir de fiesta aunque llueva o estar de litros en la Plaza del Gas, cuando era la plaza del Gas y no la calle Quintana, o en las Camporras, cuando eran las Camporras y no el parque de Ondejeda de Sestao. Costumbres y vivencias que si las «tienes que explicar» es a alguien que no es de aquí. En Bilbao, en Bizkaia, se es del Athletic porque se vive, forma parte de tu día a día. No pasa un día en que no acabes hablando del Athletic con alguien, sea amigo de la cuadrilla, vecino o el pescadero. Y San Mames forma parte de esa vida como no puedes evitar fijarte en el arco cuando llegas de Cantabria, Gipuzkoa o Burgos.«Has llegado a casa» te dice.
¿Cómo le explicas a alguien qué es el Athletic? Pues yendo de comida y posterior sobremesa por Pozas antes de un partido en San Mames. Es la manera más explícita de transmitirlo: viviendo, sintiendo Athletic en su máxima expresión, en la calle.
¿Cómo explicar qué es y qué significa San Mames? Yendo al campo un día de partido, vivir La Catedral.
Después de aquel gol de Sarabia, el empate con el Valencia y la emoción y alegría de aquel partido, aún mantengo más recuerdos: soñar con subir la banda izquierda como Urtubi, el gesto desencajado de Kike Burgos en un partido de esas malditas temporadas de primeros de los 90, el debut de un tal Julen Guerrero frente al Cádiz, disfrutar de los goles de un delantero pequeño y escurridizo que tantas veces vi en La Llanas: Valverde, los goles a última hora de Luke, el dominio del centro del campo de un tirillas Urrutia, los regates de Garitano, el «Cuco, Cuco» que atronaba San Mames,…
Siempre en Preferencia Sur. De pie y con vallas. Subiéndonos a ellas cuando la emoción nos desbordaba. Con la cuadrilla. Con bufanda, con camiseta rojiblanca: el regreso de Maradona con el Sevilla, ganar a la Real de Toshack, un gol de Mendiguren al Barcelona que nos daba la victoria, el de Ziganda ante el Newcastle, los pitos a Irureta tras perder frente al Sevilla (casi nos sube al River a Primera, comprenderéis), la derrota ante el «quesito mecánico» (Albacete), la pelea entre Lizarazu y un jugador del Zaragoza,… Todos ellos entre empujones tras una de las sensaciones más maravillosas del mundo, un gol del Athletic en San Mames, después de mis primeras cervezas y antes de los chicles con los que pretendíamos enmascarar el aliento alcohólico.
El hat-trick de Urzaiz al Oviedo, el gol de Julen al Deportivo que nos metía en UEFA, un lunes,… Desde las «gradas» de madera situadas junto a las cabinas de prensa de la Tribuna Este.
En 1994 un amigo apasionado del futbol vino a casa unos días, su primera visita al botxo. Visita a un Bilbao pre-Guggenheim, Urdaibai, Vitoria, Donostia,… Llegamos a un recién construido Anoeta. La historia es larga y rocambolesca pero conseguimos no solo entrar al campo, incluso pisar su césped. La intención de mi amigo, del Barça, fue clara: – No me voy sin pisar San Mames. Imposible. Ya en 1994 no entendía como no era posible visitar San Mames. Ni siquiera que el Athletic no tuviera Museo para ver sus trofeos. Nada. Imposible. De hecho, nuestra intención casi nos cuesta un disgusto. Por eso, hoy día, cuando hago la visita guiada y recorro el campo, en la tranquilidad de su interior, no puedo evitar emocionarme. Es obligatorio visitar San Mames, incluso sin partido. Otra sensación, otro punto de vista, absolutamente sobrecogedor.
Me iba de Bilbao. Era el último día de Agosto y me iba a vivir fuera durante un tiempo. Aquel domingo me quise despedir de San Mames, desconocía cuando volvería. Primer partido de la temporada, esta vez, solo. Preferencia lateral. Antes de comenzar, izaron la bandera del Centenario. Perdimos frente al Espanyol.
Llegamos por los pelos, pero llegamos. Me bajé del autobús, di dos besos a mi hermana, me entregó las entradas y, de Garellano, a San Mames. Mayo, viernes caluroso. Otra vez el Zaragoza, esta vez nos jugábamos el subcampeonato, la UEFA Champions League cuando sólo se clasificaban dos equipos de la Liga. Otra vez Preferencia Sur pero ya sin vallas y sentados. San Mames presentaba un aspecto colosal. Después de dar buena cuenta de los bares de Pozas, Galerías Urquijo y Aranzadi, casi 13 horas después de haber llegado a Bilbao, felices por la victoria, llegamos a casa. La temporada siguiente pude vivir el himno de la UEFA Champions League en San Mames y la Juventus de Davids, Zidane y Del Piero.
Cambio de década y, de nuevo, sufrimiento. Aunque en la lejanía, pude disfrutar de algunos partidos: el Villarreal de Palermo y el “vasco” Arruabarrena, el Depor de Mauro Silva, el Alavés de Mané,… Cambio de década y cambios en mi vida, de vuelta en Bilbao. Comienzo a vivir San Mames de otra forma, me gusta y escruto el juego, el futbol lo veo de otra manera, lo disfruto más. Preferencia lateral. Sentado. Solo o con amigos pero siempre acompañado, en San Mames nunca estas completamente solo. La eliminación ante la Gimnastica Torrelavega, el 4-2 al Madrid de los galácticos, la vuelta de Aduriz con Clemente en el banquillo, el angustioso partido contra el Levante,…
2009. Esta vez llego tarde, salgo de la oficina con el tiempo justo, txirimiri, la A8 vuelve a estar congestionada y tardo en encontrar aparcamiento. Recuerdo vivir ese día con sensaciones encontradas, entre tenso y esperanzado. Cuando entré a San Mames el Athletic ya había marcado el primero de los tres goles al Sevilla. Los txapelgorris estaban más pendientes del partido que de la puerta. «¡1-0!» me anunciaron, la sonrisa y el abrazo con que me recibió el señor que se sienta a mi lado y con el que no tengo más relación que la de sentarnos juntos en San Mames explica lo que este campo no solo de futbol, también de ilusiones. Sabíamos lo que nos estábamos diciendo, a veces las palabras no son suficientes, no permiten la acertada descripción. Un gesto, una mirada, la emoción en los ojos. Otra vez, de nuevo, un delantero que ya conocía de haber visto en Las Llanas, Toquero, nos hace vibrar de emoción y contagia la Catedral de alegría. Era la semifinal de Copa y volvíamos a estar en una final. La primera vez que he visto en directo al Athletic disputar una. Afortunadamente, después llegaría la semifinal ante el Mirandés, y la semifinal ante el Sporting, pero ese partido, esa primera vez, contra el Sevilla, fue indescriptible.
¿Cómo despedir San Mames? No es posible, cualquier despedida nunca podrá estar a la altura de lo que para cada uno de nosotros significa porque cualquier despedida se queda pequeña ante las sensaciones que el Athletic en San Mames nos ha regalado.
San Mames, la Catedral del futbol, no será derribado hasta que nadie tenga recuerdo de él.